domingo, 30 de diciembre de 2018

Hoy tendría que escribir...

...pero no sé ni por dónde empezar, ni por dónde seguir.
Hace un mes que mis pekes ya son casi míos. El casi es porque lo legal está en proceso.
Pero viven aquí, conmigo, en esta casa que se reinventó para ellos.
Los días pasan y cada uno de ellos es una fuente de aprendizajes para los cuatro.
La mayor está dejando de ser la adulta que fue durante toda su vida, para convertirse en la niña que necesitó ser siempre.
El varón ... me escucho a mí en sus palabras. En las más tiernas, en las de los enojos, en las de las indicaciones, en todo.
La chiquita, la más reacia desde siempre a iniciar una nueva vida, ya está instalada en SU casa. Ella es quizás, la más parecida a mí. Es la que durante la vinculación me dijo que yo no podía ser su mamá porque "ni siquiera conocía mi casa". Y ayer me dijo que cuando ella sea grande y yo ya esté en el cielo, iba a seguir viviendo aquí porque nunca iba a querer tener otra casa.
Los primeros días de convivencia fueron hermosos y me hicieron sentir el régimen institucional en todo momento. Querían saber cuánto tiempo tenían para jugar, qué se hacía despuès de comer, a qué hora había que bañarse, etc. Despuès fueron aflojando y ahora tenemos actividades sin pensarlas. Aunque en mi heladera hay un cronograma con letra chueca que dice más o menos cómo son los turnos para usar la tablet, qué día miramos películas todos juntos antes de irnos a dormir, qué días salimos con la abuela...
Y mi vida cambió tanto, tanto que ya ni me acuerdo cómo era todo antes de ellos.
Pero lo que más me sorprende de todo esto es la repercusión que tiene todo esto en la gente. Voy caminando por la calle con ellos y me cruzo con gente que hacía mucho no veía, y a la mayoría se les escapa un lagrimón.
Otra gente que conozco desde hace muchos años me "confiesa" que son adoptados, o que sus padres fueron adoptados, o que sus hijos son adoptados... herencia cultural y social de cuando la adopción era un tabú.
Y algunas personas se han alejado de mí sin poder yo más que hacer especulaciones del por qué, ya que no me dan ni siquiera indicios. No sé si están molestas, si sienten que ya no soy esa persona que estuvo siempre dispuesta a lo que sea total no tenía "nada que hacer", o simplemente, el hecho de haber buscado tanto el ser madre les remueve sus propias historias en donde quizás no fueron tan buscados, o tuvieron hijos sin haberlo buscado. Insisto, son especulaciones que hago yo ya que no tengo palabras del otro lado.
De todos modos, este año termina y ni siquiera me sale hacer un balance, porque no tengo idea de cuándo empezó.
Si miro el calendario puedo sospecharlo, sé que hubo varios cambios en mi vida antes de aquella mañana en que me llamaron. Pero no puedo, o no quiero, recordar las cosas que viví. La mayoría fueron hermosas, felices, emotivas al máximo. Pero sé que hubo otras tristes, muy tristes, otras angustiantes, demasiada ansiedad.
En fin, todo cambió y ya nada de lo que me pase va a ser un cambio tan grande en mi vida.
Hoy, y para siempre, tengo tres razones para levantarme cada mañana a hacer el té. Tres razones que interrumpen mi sueño casi todas las noches, porque algún monstruo del pasado se les aparece sin aviso. Tres razones que me hacen pensar, reflexionar y luego dar respuesta a preguntas difíciles, a retos muy medidos, a promesas que no puedo dejar de cumplir. Tres razones que me hacen reír a solas,  y a veces llorar....también a solas.
La vida despuès de la otra vida puede ser maravillosa, pero siempre, siempre va a estar lo otro, lo que no se quiere recordar, de lo que no se quiere hablar, lo que se oculta por un lado, pero sale sin darse cuenta.
Mañana termina este 2018, que no será un año más en mi vida. Será, ahora sí, el antes y el después de toda mi historia, con el agregado de que será también la marca que quedará para siempre en tres personitas frágiles y fuertes, temerosas y valientes.
chin chin