Cuando estaba aún en la etapa
de entrevistas en el hogar que estaban mis pekes, la vida me puso en contacto
con una mujer que, junto a su marido, se terminaban de inscribir en el registro
de adopción. Los llamaron al mes por un peke de 3 años. Qué rápido verdad?
Ellos querían ser padres,
ellos querían formar una familia y eligieron el camino de la adopción. Ellos no
querían compañía, ellos no querían asegurarse de que alguien los sostuviese en
su vejez, ellos no querían no quedarse solos. Ellos querían amar a un hijo.
Les explicaron en el juzgado
las características del niño e hicieron muy poco caso a lo escuchado.
Al conocer a Erik se
enamoraron.
Erik , con sus 3 añitos a
cuestas vividos entre hospitales y hogares, estaba acurrucadito en una silla,
con la mirada perdida, una expresión facial mezcla de enojo y tristeza.
Más allá de todos sus
diagnósticos que van desde deficiencias renales y cardíacas, hasta una baja
visión al borde de la ceguera, Erik apenas se comunicaba con gestos y golpes.
No sabía comer, usaba pañales,
caminaba con dificultad, no coordinaba los movimientos más elementales para
desplazarse… pero no entendía qué quería decir MAMÁ. Cuando pudo balbucear esas
dos sílabas, le decía MAMÁ a toda la gente que le hablaba.
Nunca había salido a la calle,
así que los paseos eran un peligro: quería tocarlo todo, desde las baldosas
hasta los autos. Era intrépido para explorar pero al mismo tiempo temeroso de
los ruidos más cotidianos.
La obra social que le
corresponde, aún hoy a casi un año, pone trabas para su incorporación.
Mamá y Papá (con mayúsculas),
ella peluquera y él chofer de remis, hicieron lo imposible para que Erik sea
atendido en el mejor Hospital Público (también, con mayúsculas) de la
Argentina.
Erik es atendido allí en casi
todas las especialidades que requiere. Ya ha pasado por cirugías y todo tipo de
tratamientos.
A diario intercambio ideas,
opiniones y consejos con otras recientes mamás por adopción acerca de los
límites con la comida, con los juegos, con los horarios, etc y nos damos cuenta
entre nosotras todo lo que “no sabían” nuestros pekes acerca de estas cosas. No
“sabían” sentarse a la mesa en familia y conversar, algunos no “sabían” usar
los cubiertos. Muchos “no sabían” dormir en una habitación de una casa…
Pues Erik no sabía LLORAR.
A pesar de todos los dolores que sus patologías
conllevan, a pesar de todos los golpes
que él mismo se daba en medio de sus enojos… el llanto nunca fue para él un
modo de descarga.
La ley otorga 6 meses de
guarda preadoptiva basándose en que es ese el tiempo en que los miembros de una
familia ya pueden estar en condiciones de decidir si los vínculos funcionan o
no.
Como si Erik conociera la ley,
cuando cumplieron los 6 meses de convivencia aprendió a llorar.
No voy a escribir aquí los
progresos que tuvo hasta el día de hoy, son demasiados y muy específicos y creo
que no los recuerdo. Sólo quiero contar que lo ví tocando un redoblante con los
dos palitos, que está aprendiendo hablar y dejando los pañales. Que sus
anteojos le siguen mostrando un mundo que jamás hubiera imaginado. Pero entre
los cambios que más me llamaron la atención están, por supuesto, su sonrisa, su
mirada pícara cuando balbucea alguna mala palabra de esas fáciles, y su
postura: erguido, con la cabeza en alto, correteando seguro y firme hacia
adelante, llevando su mochila con rueditas, alegre, rumbo al jardín de
infantes. Y al lado, siempre muy cerquita, ellos: SU FAMILIA.
Nota final: en unos meses
concluye el juicio de adopción, y se vuelven a inscribir.