sábado, 31 de agosto de 2019

Hoy, con los pies sobre la Tierra.


Cuando llegó a esta ciudad bastaron 2 paseos para que supiera que "si vamos derecho para allá llegamos a casa".
Tomamos un colectivo para ir a  terapia y al volver pasamos por la misma parada del colectivo: "dimos toda una vuelta".
A la semana de vivir aquí, se para en una esquina y dice: “si vamos para allá llegamos a la plaza y si cruzamos la plaza para allá, está el pelotero.”
A los 3 meses empezaron las clases. Siempre caminamos las 8 cuadras por las mismas calles. Iba aprendiéndose los nombres de las que nos cruzaban… semanas repitiendo: “Mariano Moreno, Entre Ríos, Santa Fe y a la vueltita está la escuela. “
Una tarde los retiró otra persona y los trajo caminando a casa. Hubo una rabieta importante porque no fueron por el mismo lugar de todos los días.
Después de las vacaciones de invierno, sugirió ir cada día por un camino distinto. Y así estamos, eligiendo dónde doblar, dónde cruzar… cómo seguir.
Hace unos dos meses empezó a decir cada mañana: “hoy es martes, ayer fue lunes, mañana es miércoles. “Esto se empezó a ampliar: “ya pasó julio, estamos en agosto, falta poco para septiembre”. “Son las 15hs, da una vuelta entera (la aguja larga) y son las 16hs”.” Es de mañana pero en un ratito se hace el mediodía”. “Este domingo no, el otro, es mi fiesta de cumpleaños.”
En la escuela están trabajando relaciones numéricas por estos días. Todo lo asocia al doble, a la mitad. Basta que alguien diga un número, por ejemplo 40, y remata…. “y 10 más son 50”. Nos encontramos con unas personas por la calle y yo exclamo: qué grande está tu hija!, me responden: tiene casi 18 años. Con toda la concentración puesta en su latita de gaseosa, agrega: “Tiene 17! “.
Se va la asistente social de casa luego de hacer el informe socio ambiental, y les explico que ahora sí tienen que ir pensando cómo quieren llamarse, que lo piensen bien, que su nombre y apellido los va a acompañar toda su vida.
“Ya lo decidí. Me quiero llamar López- Pérez. Quiero tener un poquito de mi mamá de antes y un poquito de mi mamá de ahora”.

Nostalgia de ese tiempo en que los esperaba.
 Nostalgia de esa época de mi vida que no va a volver.

Nostalgia al leer lo escrito hace 9 años “si logro darle identidad, heredará mi sonrisa”.

sábado, 24 de agosto de 2019

Lo inesperado.



Llegás a la oficina, como todos los días, colgás tu abrigo en el perchero, te vas a preparar tu café de todas las mañanas y tu taza no está.
Te levantás como todas las mañanas, te bañás, desayunás, te vestís, salís rumbo al trabajo y el auto no arranca.
Hiciste milanesas con puré esta noche para la cena y tu hija te llama para decirte que se va a cenar con amigas, tu marido viene descompuesto y sólo toma un caldo.
Hace dos días que estás haciendo las tareas de la escuela muy bien, concentrado, pintando a la perfección cada dibujito. Entrás a la escuela prometiendo que te vas a portar bien y vas a estudiar mucho. Llegás al salón y dicen: fiesta del día del niño en el patio, dos horas de juegos al aire libre.
El que va a trabajar y el que cocina para su familia son personas adultas. Seguramente sufrieron más de un desamor, algún estudio que no continuaron, alguna profesión que no pudieron. También probablemente hayan sufrido la pérdida de familiares cercanos, lejanos, de amigos, de compañeros de trabajo o de estudio. O hayan querido hacer una fiesta de cumpleaños pero ese año no les alcanzó la plata. Quizás hayan ido de vacaciones y les tocaron muchos días de frío y lluvia. Quizás hasta hayan atravesado enfermedades complicadas, o peor aún, la pérdida de un hijo.
Cuando sos niño y lo único que perdiste en la vida fue a tu mamá y a tu papá, tu casa, tu ciudad, tu forma de vivir, tus costumbres, tu cultura… hasta una “fiesta” del día del niño puede hacerte esconder debajo de una mesa, como si así pudieras protegerte del futuro.