Cuando alquilé el departamento para transitar nuestro primer
espacio de convivencia, llevé 3 peluches, uno para cada peke. Se los presenté
como sus compañeros para dormir.
Siguiendo mis medidas indicaciones, cada noche que dormimos
ahí, se aferraban a sus muñecos.
Al venir a pasar su primer fin de semana a NUESTRA casa,
trajeron a sus muñecos abrazados en el auto durante casi todas las horas de
viaje (6 o 7 horas fueron). Y así volvieron a su ciudad.
El día que egresaron del hogar la mudanza del departamento ya
la había hecho unos días antes, así que cuando entraron y fueron a sus piezas,
se encontraron a sus compañeros de viaje esperándolos a cada uno es su cama.
Ellos no pueden dormir separados. Ya me resigné a que las
nenas duerman en una habitación y el varón en otra. Lo intenté de mil maneras,
y en todas esas ocasiones, el varón llevaba a su muñeco a su nueva pieza y
dormía aferrado a él-las pocas horas que lograba conciliar el sueño-.
Hace 7 meses que estamos encerrados en casa los tres están
emocionalmente tan bien! Tan relajados! Se pelean una vez cada dos o tres días,
lo que ya me está pareciendo “poco normal” tratándose de 3 niños de edades tan
seguidas, hermanos, sin escuela, sin paseos…
Sin embargo vienen cada tanto pequeñas crisis, miedos,
tristezas, recuerdos, rencores, aburrimientos, resignaciones. Y hace pocos días
me di cuenta que los tres, ante estas situaciones, están aferrados a sus
muñecos. Como lo llamó él, hace un tiempo, ”mi compañero en los cambios”.
Tenemos a Corazón Rosado en el médico porque se le salió la
nariz, pero ella, que siente y comprueba que su cuerpo está cambiando, que se
pinta los ojos, que quiere tener las uñas largas, que prueba diferentes
peinados para ver con cuál “parece más
grande”… reclama igual su muñeco para dormir.
Cuántas cosas vistas con miradas de adulto no tienen la explicación
lógica que esperamos … sólo hay que poder agacharse un poco para verlo tan
claramente!