sábado, 19 de septiembre de 2020

Chulito, Flor de la Selva y Corazón Rosado.


Cuando alquilé el departamento para transitar nuestro primer espacio de convivencia, llevé 3 peluches, uno para cada peke. Se los presenté como sus compañeros para dormir.

Siguiendo mis medidas indicaciones, cada noche que dormimos ahí, se aferraban a sus muñecos.

Al venir a pasar su primer fin de semana a NUESTRA casa, trajeron a sus muñecos abrazados en el auto durante casi todas las horas de viaje (6 o 7 horas fueron). Y así volvieron a su ciudad.

El día que egresaron del hogar la mudanza del departamento ya la había hecho unos días antes, así que cuando entraron y fueron a sus piezas, se encontraron a sus compañeros de viaje esperándolos a cada uno es su cama.

Ellos no pueden dormir separados. Ya me resigné a que las nenas duerman en una habitación y el varón en otra. Lo intenté de mil maneras, y en todas esas ocasiones, el varón llevaba a su muñeco a su nueva pieza y dormía aferrado a él-las pocas horas que lograba conciliar el sueño-.

Hace 7 meses que estamos encerrados en casa los tres están emocionalmente tan bien! Tan relajados! Se pelean una vez cada dos o tres días, lo que ya me está pareciendo “poco normal” tratándose de 3 niños de edades tan seguidas, hermanos, sin escuela, sin paseos…

Sin embargo vienen cada tanto pequeñas crisis, miedos, tristezas, recuerdos, rencores, aburrimientos, resignaciones. Y hace pocos días me di cuenta que los tres, ante estas situaciones, están aferrados a sus muñecos. Como lo llamó él, hace un tiempo, ”mi compañero en los cambios”.

Tenemos a Corazón Rosado en el médico porque se le salió la nariz, pero ella, que siente y comprueba que su cuerpo está cambiando, que se pinta los ojos, que quiere tener las uñas largas, que prueba diferentes peinados para ver con cuál  “parece más grande”… reclama igual su muñeco para dormir.

Cuántas cosas vistas con miradas de adulto no tienen la explicación lógica que esperamos … sólo hay que poder agacharse un poco para verlo tan claramente!

 

viernes, 4 de septiembre de 2020

Todo es para siempre.


 

Una tarde, durante la vinculación, estábamos los cuatro charlando y uno le dijo al otro: qué largas tenés las uñas!!! Y se empezaron a mirar las uñas y a mirármelas a mí. Cuando les pregunté quién les cortaba las uñas, las respuestas fueron:

_Yo me las corto sola_.

_A mí me las corta ella (su hermana de 8)_.

_Yo me las como_.

Seguimos charlando más o menos de lo mismo y les explico que cuando vivieran conmigo yo se las iba a cortar y que, además, les iba a enseñar a cortárselas. Ahí me tomó la mano, me la apretó fuerte y me dijo: _Gracias, Ana! Gracias por todo, pero por todo!_.

Pasaron casi dos años desde esa tarde.

Hoy salí a hacer trámites y prometí volver con las uñas de colores para las nenas, que querían desde el día del niño. Y no sabía qué comprarle a él, que dicho sea de paso, también se pone a veces uñas postizas para jugar. Y aquí está: un alicate con una carita feliz, sólo para él.

En medio de este encierro, con la total paz y alegría que se respira en esta casa las 24horas, apareció un sueño muy feo, desesperante, con gritos, llantos… NO NOS SEPAREN, POR FAVOR, NO NOS SEPAREN!!!!

Ya tranquilos todos-yo también- hablamos. Estamos todos convencidos de que ya nadie nos puede separar, pero de todas maneras, el miedo vuelve.

“La jueza decía que vos no podías ser nuestra mamá porque una mujer sola con tres nenes no puede, tiene que haber un papá. Venía la jueza con la policía, vos te quedabas sola y a nosotros nos llevaban a cada uno a un hogar distinto”. Intentando derribar eso les digo que la jueza me eligió sabiendo que no iban a tener papá, ahora no podría ser esa una razón para separarnos.

“_Es que vos estás haciendo las cosas mal, mamá. Nos dejás jugar con la tablet, nos das comidas ricas, ropa y hasta una cama. Además ella se enteraba que hacía meses no nos mandabas a la escuela_.”

Y aquí estoy yo contenta,  los veo crecer para arriba y por adentro. Viviendo una etapa en la que todos recordaremos con tristeza por todo lo que perdimos o, al menos suspendimos por un tiempo indeterminado. Pero sigo pensando que nuestros chicos siguen sintiendo que no son merecedores de sus derechos… si “hasta una cama” tienen.

A los pocos días de conocerlos, la chiquita me dijo que se imaginaba su casa con una cama muy grande donde entremos todos juntos, con almohadas cómodas y frazadas calentitas. Casualmente por estos días prefirieron juntar dos colchones en el piso y dormir los tres ahí. Juntos, abrazados, calentitos y sobre todo seguros. Seguros ante esta noche que no parece terminar más.

Parece un torbellino de pensamientos entre fantásticos y reales, se enoja y disfruta al mismo tiempo, pasa del llanto a la risa en cuestión de segundos… así. Así agradece el “todo”, y así también teme que todo…sea demasiado.