Finalmente terminó el juicio
de adopción. Sólo queda esperar unos días más a que lleguen las partidas de
nacimiento rectificadas y, con eso, hacer los nuevos documentos de identidad.
Suena como un simple, o no
tanto, trámite.
Pero en los niños, no es un
trámite más.
En principio surgió la duda,
si ahora que tengo oficialmente el título de madre, podría dejarlos abandonados
en un hogar. Junto a eso, una necesidad de estar conmigo siempre, todo el
tiempo, pegaditos como los canguros. Recordándome y diciéndomelo a cada rato
cuánto me aman.
Pero también pasó lo otro, lo
difícil. Caer en la cuenta de que ya no son más hijos de sus padres biológicos.
Y con ello, darse cuenta de que pasó mucho tiempo y no hubo ningún intento por
recuperarlos, ni hicieron los cambios necesarios para conservarlos.
Aparecen recuerdos que estaban
muy guardados: son escenas sueltas llenas de dolor. Y ese dolor inunda la casa,
se esconde en la cama, se llora en soledad.
Hace más de 12 años escribí
que si lograba darles la identidad de HIJOS ellos heredarían mi sonrisa. No sabía
en ese momento que con la identidad de ser MIS HIJOS, también podrían venir
muchas lágrimas.
Creo que nadie que haya
conservado su identidad desde el día en que nació, incluyéndome, puede imaginar
lo que es cambiarla en algún momento de su vida.
Lo cierto es que en unos días
más serán casi casi, los mismos niños de siempre pero con la raíz cortada de
cuajo, y dicho así, es un poco imaginable el dolor que trae.
Mi peque me trae su sellito
con su nombre y apellido actual, ese que usa para ponerle el nombre a las
hojas de carpeta: cuando lo cambie le puedo poner un dibujito de corazón también?