sábado, 2 de enero de 2021

El mundo será un lugar feliz, el día que no haya ni un solo niño en situación de adoptabilidad.


 

 

VACACIONES en mayúscula. 34 grados. Están jugando en la pileta. El señor enojo pierde en Marco Polo, le pega a sus hermanas y sale. Se viste y da vueltas alrededor de la mesa.

Le digo que yo estoy cambiando los muebles de mi pieza de lugar, qué pensaba hacer él hasta que baje el sol. Seguir dando vueltas alrededor de la mesa. Me parece perfecto, hijito. Me retiro.

Ayer hicimos la primer fogata del año. “Toda mi vida soñé con hacer fogones. Siento que todos mis sueños se están haciendo realidad”- dijo ella. Alrededor del fuego pensamos qué cosas nos gustaría que cambien en este nuevo año: que no muera más gente y que todo esto se arregle pronto. Que se termine la cuarentena y podamos ver a la gente que queremos. Y ahora, algo que querramos cambiar de nosotros mismos: no gritar fuerte cuando me enojo, no lastimar a nadie más, no pegarle a mis hermanos, terminar de convencerme de que antes no vivía tan bien como pensaba.

Los padres adoptivos, más que nadie, rechazamos esa frase que nos suelen decir: “qué buena suerte tuvieron estos niños…”. Básicamente la rechazamos porque son niños que si algo en su vida les faltó, fue la buena suerte. Insisto: cuando sos niño y de golpe perdés a tus padres, tu casa, tus costumbres, tus lugares, tus aromas y sabores cotidianos, nada de lo que venga después es buena suerte.

Para qué traen hijos al mundo si después no se hacen cargo? Esta frase la escucho tanto, tanto! Y por estos días, en que se terminó de debatir en el Congreso la Ley de legalización del aborto en Argentina, retumba más. Mi niña es una mujer de 11 años. Intento por todos los medios que sea una niña, y lo es, y lo sabe. Pero ahora se asoma al mundo adulto desde otro lado.  Me pregunta qué es el aborto. Le contesto como puedo, tratando de ponerlo afuera de su historia, y de la mía.

Hace algunas noches, en su insomnio triste, solita se preguntó: Para qué traen hijos al mundo si después no se hacen cargo? Y un rato después: -qué suerte tuvimos nosotros, mami! No creo que nadie pudiera entender tanto a mi hermano como vos!-.

Y sí hay, y ella conoce unas cuantas familias que atraviesan las mismas situaciones que nosotros. Son familias, como yo, no más buenas que otras, no enviadas por los ángeles, no personas especiales de la humanidad: son-somos- familias que tenemos en común una ideología que nos hizo ser familias por adopción. Son-somos- adultos que nos preparamos mucho (y seguimos haciéndolo) para entender los sentimientos y las actitudes de nuestros niños. También fallamos en algunos puntos, como todos. Quizás lo nuestro fue gestar una familia sabiendo que conviviríamos con el dolor y el conflicto, no siempre, y no exclusivamente, pero sí por mucho tiempo.

Mi niño terrible me dijo hace poco, “ya antes decepcioné a todos”. Si los adultos estamos en el lugar y en la situación que elegimos y podemos decidir cuándo retirarnos, son los adultos los que se decepcionaron solos. Los niños no eligen sus primeros pasos en la vida, ni siquiera eligen con quién relacionarse ni bajo qué reglas.

Hoy este lugar, esta gente y estas reglas, les gustan y, por lo que se ve, están felices.

Me asomo a la cocina porque no estoy sintiendo los pasos constantes. Se puso la malla de nuevo, tiene la toalla en la mano, me sonríe: VUELVO A LA PILETA MAMI. TE AMO.