Pasan los años y cada día es uno más. A veces pienso
que podría relatar uno a uno los días de estos 5 años con mis hijos. Otras veces
descubro que no tengo recuerdo de alguna cuestión que nos pasó y que ellos sí
recuerdan, y me produce una extraña sensación de estar envejeciendo.
Hoy tengo tres adolescentes en casa que por momentos
me contradicen ante un límite o una orden-sobre todo tratándose del orden-.
El pasado suele volver, como nos vuelve a todos. Pero ya
no hay angustia y casi casi que no hay preguntas, al menos no son explícitas, y
cada uno se las contesta como puede, ya que no están todas las respuestas.
Hubo un intento de contactar a la mamá biológica y no
pudo ser. Lo tomaron como una cuestión del destino. Ahora dicen: quizás algún
día, cuando seamos grandes.
Y algo cambió, sí. Ahora, cuando surge algún tema
relacionado con sus orígenes o con su pasado, les pido que escriban su punto de
vista y sus sentimientos. Quién sabe? Quizás ahora estas páginas las pasen a
escribir ellos, pero ya para nosotros solos.
En estos últimos meses sufrimos la pérdida de uno de
nuestros perros. Nuestro primer contacto con la muerte, con un final. Fue la
peke la que decidió la eutanasia y estuvo presente en ese momento.
Tiempo después el destino nos puso adelante un ser pequeño
que nos necesitaba: un perrito de dos años muy maltratado al que le urgía una
familia. Así, como a todos.
Podría decir que ya pasamos todo lo que teníamos que
pasar para ser una familia constituída. No nos lo dio el juicio-nuestro gran
deseo durante tanto tiempo- sino la vida vivida minuto a minuto con
intensidad.
¿Nada qué contar?