En la noche del
día de la identidad, nos fuimos a dormir pero una hora después hubo uno de esos
sobresaltos que duelen en el alma.
“Unas personas
malas” nos separaban, le disparaban a mamá y nos llevaban a cada uno a una
familia distinta. Pipo y Reina (nuestros perritos) mordían a esas personas pero
les disparaban. Estábamos muy tristes porque nos llevaban a vivir a otro lugar
y nos cambiaban el nombre a todos.
Para la mayoría
conocer-se es fácil y agradable, otros deben trabajar mucho para recoger los
pedazos y volver a armarse.
Y están los que
no pueden saber quiénes son.
La identidad es un derecho irrenunciable.
Aún muchos argentinos necesitan conocer su historia desde la
verdad.