Casi finalizando la
vinculación, hace un año, vinieron a pasar un fin de semana a esta ciudad, a
esta casa, a rodearse por unos días de lo que iba a ser el cotidiano por el
resto de sus vidas. Fue un finde intenso, colmado de emociones (hay un posteo
anterior que relata algunas vivencias de ese momento). Al regresar al hogar, muy excitados, mal dormidos después de tan
largo viaje, les dieron algo de comer mientras los avasallaban a preguntas que los
dos mayores contestaban contentos. La peque (por entonces 5 años) estaba
cansada, sin ganas de hablar demasiado .Fue entonces la psicóloga del hogar la
que la acostó para dormir una siesta. Te gustó ir a…? Sí, me encantó y lo más
lindo es que TENEMOS UNA ABUELA Y TRES PERRITOS. Y se durmió.
Cuando empezaron las clases
quise que la mayor elija la carpeta que más le gustaba. Y así fue: ganchos
grandes, unicornios, brillos y hologramas. Los últimos meses de clases la
mochila le pesaba mucho, le dolía el cuello. Sin preguntar nada le compré una
carpeta para cada materia. Dos tapas de plástico y dos ganchitos, sin gracia
alguna. Esa tarde, rearmamos las carpetas escribiendo en la carátula qué días
de la semana tenía esa materia, así llevaba sólo las materias del día. Ella
contenta miraba todo lo que yo hacía. Cuando termino mira todo, se le escapa un
lagrimón y exclama: QUÉ LINDO ES TENER UNA MAMÁ!
Y así y todo, me sigo
equivocando. Voy lidiando entre lo que necesitan y lo que quieren. Y si alguno
se entusiasma mucho con algún juguete (de los que puedo comprar), ahí voy yo a
comprárselo. Y me arrepiento, porque después no le alcanza.
La comida: (así, dos puntos). Siempre detesté a la gente que no come esto
porque tiene cebolla, esto no porque el tomate…. Esto no porque…. Ay, está muy
caliente! (puede reemplazarse por, muy frío, muy blando, muy duro….) Bueno,
para comprobar mi intolerancia vinieron a mi vida tres niños que nunca tienen
hambre, que siempre tienen un pero con todo: con un plato de verduras o con un
pancho, repito: SIEMPRE. Hace unas semanas la dentista fue categórica: en el
desayuno tiene que haber lácteos. Me encanta, en el desayuno sobre todo, que
coman lo que les gusta: una leche, otro té, dos pan fresco, una tostado, una
solo, uno con manteca, otra con manteca y dulce de leche. A veces varía porque
uno come dulce de leche sólo el de ESA marca (marca que yo detesto y es la más
cara), pero bueeeeeno…. Cada taaaanto? La palabra de la dentista fue palabra
santa, desde ese día todos desayunan leche y no se discute, pero tampoco se
quejan, ni intentan cambiar mi decisión.
Sigo teniendo esa sensación de
rechazo y pienso, o imagino, que debe ser parecido a lo que siente la mamá
cuando está amamantando a su bebé y SU leche no le alcanza. Sigo leyendo sobre
la relación entre la alimentación en los niños y el vínculo materno. Y lo
entiendo, juro que lo entiendo. Entiendo que no son los fideos, o su tuco, o la
cebolla, o si son largos y finitos, o grandes y gordos. Yo lo sé… pero con
saberlo no alcanza.
La ropa: (sí, otra vez dos
puntos). Esta remera es muy larga, esta es muy corta, esta muy apretada, esta
me queda grande, esta calza no combina con esta remera…. (y corto aquí porque
ya me estoy alterando de sólo escribirlo).
Por otro lado, alguien me dijo
hace unos días, mientras comía feliz un helado: _algún día te voy a devolver
todo lo que hacés por mí_. Y a mí me dolió tanto que no supe qué contestarle. Y
sigo pensando en ella, que seguramente habrá querido comprarle un helado de vez
en cuando, y no pudo.
Sigo creyendo que ellos son
diferentes al resto de los niños. Y no, creo que cualquier niño, después de un
fin de semana con tantos estímulos, hubiera rescatado lo mismo: UNA ABUELA Y
TRES PERRITOS…. Y aún así, no me alcanza.