sábado, 24 de agosto de 2019

Lo inesperado.



Llegás a la oficina, como todos los días, colgás tu abrigo en el perchero, te vas a preparar tu café de todas las mañanas y tu taza no está.
Te levantás como todas las mañanas, te bañás, desayunás, te vestís, salís rumbo al trabajo y el auto no arranca.
Hiciste milanesas con puré esta noche para la cena y tu hija te llama para decirte que se va a cenar con amigas, tu marido viene descompuesto y sólo toma un caldo.
Hace dos días que estás haciendo las tareas de la escuela muy bien, concentrado, pintando a la perfección cada dibujito. Entrás a la escuela prometiendo que te vas a portar bien y vas a estudiar mucho. Llegás al salón y dicen: fiesta del día del niño en el patio, dos horas de juegos al aire libre.
El que va a trabajar y el que cocina para su familia son personas adultas. Seguramente sufrieron más de un desamor, algún estudio que no continuaron, alguna profesión que no pudieron. También probablemente hayan sufrido la pérdida de familiares cercanos, lejanos, de amigos, de compañeros de trabajo o de estudio. O hayan querido hacer una fiesta de cumpleaños pero ese año no les alcanzó la plata. Quizás hayan ido de vacaciones y les tocaron muchos días de frío y lluvia. Quizás hasta hayan atravesado enfermedades complicadas, o peor aún, la pérdida de un hijo.
Cuando sos niño y lo único que perdiste en la vida fue a tu mamá y a tu papá, tu casa, tu ciudad, tu forma de vivir, tus costumbres, tu cultura… hasta una “fiesta” del día del niño puede hacerte esconder debajo de una mesa, como si así pudieras protegerte del futuro.




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