domingo, 17 de noviembre de 2019

Y no alcanza....


Casi finalizando la vinculación, hace un año, vinieron a pasar un fin de semana a esta ciudad, a esta casa, a rodearse por unos días de lo que iba a ser el cotidiano por el resto de sus vidas. Fue un finde intenso, colmado de emociones (hay un posteo anterior que relata algunas vivencias de ese momento). Al regresar al hogar,  muy excitados, mal dormidos después de tan largo viaje, les dieron algo de comer  mientras los avasallaban a preguntas que los dos mayores contestaban contentos. La peque (por entonces 5 años) estaba cansada, sin ganas de hablar demasiado .Fue entonces la psicóloga del hogar la que la acostó para dormir una siesta. Te gustó ir a…? Sí, me encantó y lo más lindo es que TENEMOS UNA ABUELA Y TRES PERRITOS. Y se durmió.

Cuando empezaron las clases quise que la mayor elija la carpeta que más le gustaba. Y así fue: ganchos grandes, unicornios, brillos y hologramas. Los últimos meses de clases la mochila le pesaba mucho, le dolía el cuello. Sin preguntar nada le compré una carpeta para cada materia. Dos tapas de plástico y dos ganchitos, sin gracia alguna. Esa tarde, rearmamos las carpetas escribiendo en la carátula qué días de la semana tenía esa materia, así llevaba sólo las materias del día. Ella contenta miraba todo lo que yo hacía. Cuando termino mira todo, se le escapa un lagrimón y exclama: QUÉ LINDO ES TENER UNA MAMÁ!
Y así y todo, me sigo equivocando. Voy lidiando entre lo que necesitan y lo que quieren. Y si alguno se entusiasma mucho con algún juguete (de los que puedo comprar), ahí voy yo a comprárselo. Y me arrepiento, porque después no le alcanza.
La comida: (así, dos puntos).  Siempre detesté a la gente que no come esto porque tiene cebolla, esto no porque el tomate…. Esto no porque…. Ay, está muy caliente! (puede reemplazarse por, muy frío, muy blando, muy duro….) Bueno, para comprobar mi intolerancia vinieron a mi vida tres niños que nunca tienen hambre, que siempre tienen un pero con todo: con un plato de verduras o con un pancho, repito: SIEMPRE. Hace unas semanas la dentista fue categórica: en el desayuno tiene que haber lácteos. Me encanta, en el desayuno sobre todo, que coman lo que les gusta: una leche, otro té, dos pan fresco, una tostado, una solo, uno con manteca, otra con manteca y dulce de leche. A veces varía porque uno come dulce de leche sólo el de ESA marca (marca que yo detesto y es la más cara), pero bueeeeeno…. Cada taaaanto? La palabra de la dentista fue palabra santa, desde ese día todos desayunan leche y no se discute, pero tampoco se quejan, ni intentan cambiar mi decisión.
Sigo teniendo esa sensación de rechazo y pienso, o imagino, que debe ser parecido a lo que siente la mamá cuando está amamantando a su bebé y SU leche no le alcanza. Sigo leyendo sobre la relación entre la alimentación en los niños y el vínculo materno. Y lo entiendo, juro que lo entiendo. Entiendo que no son los fideos, o su tuco, o la cebolla, o si son largos y finitos, o grandes y gordos. Yo lo sé… pero con saberlo no alcanza.
La ropa: (sí, otra vez dos puntos). Esta remera es muy larga, esta es muy corta, esta muy apretada, esta me queda grande, esta calza no combina con esta remera…. (y corto aquí porque ya me estoy alterando de sólo escribirlo).
Por otro lado, alguien me dijo hace unos días, mientras comía feliz un helado: _algún día te voy a devolver todo lo que hacés por mí_. Y a mí me dolió tanto que no supe qué contestarle. Y sigo pensando en ella, que seguramente habrá querido comprarle un helado de vez en cuando, y no pudo.
Sigo creyendo que ellos son diferentes al resto de los niños. Y no, creo que cualquier niño, después de un fin de semana con tantos estímulos, hubiera rescatado lo mismo: UNA ABUELA Y TRES PERRITOS…. Y aún así, no me alcanza.

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