martes, 30 de julio de 2019

duérmete niño



Cuando llegó, hace casi 8 meses, todas las noches se despertaba con pesadillas. Nunca pudo explicar qué soñaba, pero se despertaba llorando y necesitaba que yo me acueste con él un rato para volver a dormirse. A veces era sólo tener que ir al baño, pero solo no se animaba: me venía a despertar: mami: me acompañás al baño? Asi fueron casi todas las noches de diciembre, enero y febrero.
A fines de febrero tuvimos que ir a su ciudad citados por la jueza. Allá, la noche anterior a la audiencia, se durmió y a la hora se levantó, sonámbulo. Caminaba por el departamento con una energía incontenible. Desconocía el lugar y me desconocía a mí. Lo volvía a acostar y se sentaba en la cama, apretaba los puños y murmuraba cosas que yo no podía entender. Al rato se acostó abrazado a mí y, aún dormido, empezó a llorar en silencio. Mientras lo beso y acaricio dijo, con voz firme: -tengo miedo que las cosas salgan mal-.
Los episodios de sonambulismo duraron unos 10 días desde aquella noche. Luego desaparecieron pero siguieron las pesadillas cada 3 o 4 noches al principio y cada vez más espaciadas después.
Sus despertares eran ATR. (a todo ritmo).
Abría los ojos y empezaba a hablar sin parar. Planificaba qué haría en el día, a qué juegos iba a jugar en su turno de tablet, cuánto tiempo iba a estar en la pileta. O renarraba la película que había visto el día anterior o hacía meses. Me sorprendía cómo pasaba del sueño profundo a la actividad, sobre todo mental pero también física, en un instante, en el instante en que se despertaba.
Un tiempo después, desaparecieron las pesadillas, pero vino el incesante pis nocturno. Dos o tres veces en la noche tenía que ir al baño. A veces dormido, pero igual lo necesitaba.
Hace un mes, más o menos, casi sin darme cuenta cuándo fue ni cómo fue, se despierta y “remolonea” un rato. Viene a la mesa a desayunar con los ojitos achinados, mira la taza de té un buen rato y luego, muy despacio, la toma de a sorbitos al principio. A veces tengo que despertarlo, lo alzo y compruebo que está livianito, que apenas tiene fuerza para pasar sus piernas alrededor de mi cintura para ir a caballito hasta la cocina.
La semana pasada volvimos a su ciudad sólo de vacaciones, para pasear, disfrutar y reencontrarse con amigos. Primer viaje en micro. Sube con muchas expectativas: se acomoda en su asiento, toca todos los botones, lo reclina una y otra vez , se acomoda, se recuesta y exclama: JUSTO LO QUE ME RECETÓ EL DOCTOR!-. Yo largo una carcajada, lo abrazo, me acaricia la cabeza y dice: Sabés una cosa? Ahora estoy seguro que todo va a salir bien-.
Subir al micro en el viaje de vuelta fue similar. Una vez acomodado en el asiento dijo: Qué lindo es volver a casa!
Son las 8.30 am. Estamos de vacaciones. Hace frío y los perros están en el patio ladrando a cada pajarito que aparece. Yo estoy en la cocina, con la luz prendida desde hace rato, tomando un café.
Aparece medio dormido, caminando despacito, se para al lado mío y dice: sólo me levanté para hacer pis y vuelvo a dormir un rato más-. Vuelve del baño, la atrapo, lo abrazo, lo lleno de besos…Mamá, todavía tengo sueño. Duermo un rato más y cuando me despierto ahí cumplo los 8 años, dale?
Dale!!!!!

3 comentarios:

  1. Que hermoso y que duro al mismo tiempo!!!
    Realmente hay que estar muy capacitado para saber y poder manejar todo este proceso (aparte del enorme amor) y claramente vos tenes ese infinito amor y estas muy capacitada para esto.

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    1. Gracias Fabián... sí, desde que se me ocurrió adoptar Di por seguro que tendría que lidiar con estas situaciones y muchas más fuertes, por eso leí mucho y lo trabajé y trabajo con todos los terapeutas.... y sí, también LO AMO!!!!

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